Hasta ese momento, a pesar de ser de Rímini, no sabía exactamente qué era, solo tenía una vaga idea.

Inmediatamente me di cuenta de que había algo diferente, tanto entre los voluntarios como en el modo de trabajar. No era solo la atención a los detalles: estos eran importantes, pero no estaba todo allí. Luego traté de mirar a las personas que estaban cerca mío: ¡lo diferente era la mirada!

Entonces me pregunté de dónde venía esa mirada. Esto se me aclaró durante la semana del Meeting.

En los encuentros, muestras, espectáculos estaba toda la realidad, nada era censurado: desde la política a la religión, al trabajo, a las obras. Todo estaba dirigido a hacer comprender la positividad y la belleza de la vida con todos sus desafíos, teniendo como centro al otro y a un Otro.

Y así escuché historias, testimonios que no se escuchan en la televisión, que no son noticia pero que educan el corazón de quienes las viven o de quienes se comparan con ellas. Este desafío cada año se pone nuevamente en juego.