Me llamo Barbara y llevo dos años trabajando en la oficina de voluntarios del Meeting.

He participado en el Meeting como voluntaria durante varios años y siempre ha sido una ocasión de crecimiento de relaciones, de camino y de trabajo. Cuando me pidieron ser parte de su construcción, ocupándome de una pieza tan importante y delicada como los voluntarios, estaba agradecida.

A lo largo del año, mi trabajo es hacer que cada voluntario pueda tener una experiencia, sentirse bienvenido, escuchado y tener las mejores condiciones posibles para trabajar. Esto me lleva, en particular, a abordar diferentes aspectos: desde la modalidad de inscripción, la frecuencia del curso sobre seguridad, la logística, la gestión de las comidas, hasta las asignaciones a los trabajos en los diferentes sectores.

Cuando llega el Meeting y todo comienza, paradójicamente soy la persona que menos tiene que ver directamente con los voluntarios y entonces me pregunto “¿cómo puedo ser yo quien se ocupe de esto?”.

De esta pregunta surgió el deseo y la necesidad de poder encontrar a los voluntarios tanto durante el Meeting como en los meses siguientes, para descubrir qué les está sucediendo o les ha sucedido (belleza vivida o vista, dificultades, desilusiones, nacimiento de nuevas amistades), qué les hace venir a trabajar por primera vez o a por la 44ta.

En estas ocasiones de diálogo y confrontación, estar ante preguntas, descubrimientos y objeciones es lo que más me conmueve y al mismo tiempo, lo que más se convierte en un punto desde el cual recomenzar juntos para plantear el trabajo con vistas al año siguiente.

En una de estas cenas un chico nos contó cómo, durante una entrevista, se encontró sugiriendo qué lugares de la feria mostrar por su belleza o su significado, sorprendiéndose porque se movía como si tuviera que mostrar su casa a un amigo.