El otro Meeting: De una herida puede nacer una nueva forma
De una herida puede nacer una nueva forma. De un límite, un nuevo comienzo. Muchas de las historias contadas en el Meeting de Rimini hablan de esto. Historias de medallas, éxitos, pero sobre todo, de lo que hay detrás: derrotas, decepciones, límites, discapacidades con las que hay que enfrentarse. "Campeones de vida: el arte de levantarse de nuevo" es el título del encuentro organizado en colaboración con el CSI y el Observatorio Nacional contra el Acoso Escolar. La imagen proyectada en la pantalla gigante detrás de los protagonistas es la de un jarrón roto, transformado en algo más hermoso por una herida y el oro que lo reparó. Es el antiguo arte del Kintsugi. Los testimonios de los campeones en el escenario son un ejemplo igualmente claro de esto. En primer lugar, el de Annalisa Minetti, a quien todos conocemos como la ganadora del Festival de Sanremo en 1998. Pero también ganó bronce en los Juegos Paralímpicos de 2012 en los 1500 metros y es madre de dos hijos.
"Mi mayor éxito ha sido transformar mi malestar en energía", explicó. No fue un camino fácil: "En un momento dado, necesité redescubrir mi fragilidad. La fragilidad no es debilidad; es riqueza". Sin embargo, el secreto es "no esquivar el golpe, sino saber caer al suelo y levantarse". A partir de la primera caída, cuando a los 18 años le diagnosticaron retinitis pigmentosa, lo que la dejó ciega: "Mi padre me dijo: si no puedes ver la luz, conviértete en la luz tú misma. Intenté mantener la promesa". También Paolo Pizzo, dos veces campeón mundial de esgrima, cayó al suelo cuando un tumor cerebral le impidió competir durante meses. "Escondía mis crisis epilépticas porque quería competir. No me escuchaba a mí mismo ni a mis límites". Luego se dio cuenta de que el movimiento ganador es pedir ayuda. Y llegaron las medallas.
"No aspiren a la normalidad, sino a ser especiales", es el llamado de Annalisa Minetti. Marca la diferencia, podría decirse, en contextos difíciles. Es lo que hacen muchas mujeres en África, gracias a proyectos de ONG o de la agencia italiana para el desarrollo. En la Arena Internacional contaron sus historias, como la de Amy Dieng y las mujeres protagonistas del desarrollo agrícola en Senegal. O la de las comerciantes del Este de Burundi que, gracias a un proyecto de desarrollo de Lvia, con una bicicleta logran cambiar el destino de sus familias y comunidades, superando los prejuicios.
"Un límite puede ser una barrera, pero también el comienzo del océano. Al final, ustedes me reconocen por uno de mis límites: el perímetro físico y psicológico", señala Giuseppe Zampino, director de pediatría del Gemelli, hablando de Jerome Lejeune, el científico que descubrió la Trisomía 21 y fundó la Pontificia Academia para la Vida. "El llanto de un bebé es un paradigma de responsabilidad": si no lo cuidamos, muere. Y así fue para Lejeune: la ciencia como camino a la santidad. "No fue solo un gran científico y cristiano, Lejeune es todo en uno", explica Aude Dugast, postuladora de su causa de beatificación. "Tenía la mirada fija en el bienestar del paciente, no al servicio de una política sanitaria". Es famoso su discurso contra el "racismo cromosómico" y el aborto, que probablemente le hizo perder el Premio Nobel. Gracias a él, la genética hoy permite conocer y prever algunas de las enfermedades que una persona desarrollará en el futuro: "Son diagnósticos que cuestan caro en términos de cuidados", dijo él mismo en el Meeting de 1994, "pero es el precio que la sociedad debe pagar si quiere seguir siendo humana".
Dal podcast "L'altro Meeting", di Daniela Verlicchi