Una pasión por el hombre
Seguimos viviendo tiempos de gran incerteza. Proyectos de vida, afectos y trabajo se topan con una realidad difícil de descifrar. Ni siquiera los modelos estadísticos más eficaces, los algoritmos de última generación, las medidas gubernamentales ni los descubrimientos médicos recientes pueden ponernos a salvo ante una pandemia que sigue marcando la historia.
El imprevisible y mutable marco geopolítico internacional, el drama de miles de refugiados, la pobreza creciente a causa de la pandemia, la emergencia debida al calentamiento global y los riesgos ecológicos son desafíos imponentes que afectan al presente y al futuro del género humano.
El desafío de cómo se puede vivir nos afecta a todos. El coraje de volver a ponerse en juego, la necesidad de construir relaciones auténticas, con cualquiera que entre a formar parte de nuestra trayectoria humana, son elementos decisivos para no sucumbir.
Son desafíos que implican la reconstrucción dentro y más allá de la pandemia, la sostenibilidad económica, la ecología integral y el cuidado y protección de los más débiles, la investigación científica, el trabajo y sobre todo la educación. Desafíos que ponen al hombre en el centro de nuevos proyectos, nuevas perspectivas sobre las que queremos reflexionar y confrontarnos. ¿Pero de qué hombre estamos hablando?
Frente a una realidad que parece desalentadora se abren ante nosotros ciertos escenarios marcados por un individualismo extremo: un nuevo mundo virtual para sustituir al actual, un Meta-Verso (A- Topía) que prevé una mejora infinita en términos de espacio y tiempo. O bien islas y lugares paradisiacos con reglas distintas a las del resto del mundo y recursos casi ilimitados (Plutopía), o la colonización de lugares fuera de la Tierra, como Marte o la Luna, por ejemplo. O más aún, la potenciación del hombre (Human Enhancement) con dispositivos, prótesis y aparatos cibernéticos, hasta la paradoja de una conciencia humana de silicio. Parecen tramas de películas distópicas. En cambio, son ideas y paradigmas del hombre con los que tenemos y tendremos que medirnos en un futuro próximo. Otros buscan refugio, en cambio, en nostalgias del pasado e incluso en sistemas más autoritarios que prometan poner al hombre a salvo de las insidias y problemáticas del mundo que lo rodean.
Sin embargo, la fragilidad, antes que algo a superar, es el rasgo distintivo del ser humano. El hombre que toma conciencia es capaz de conmoverse, de mirarse a sí mismo y a su propia vida con una ternura insólita, percibiendo al otro no como enemigo sino como compañero de una misteriosa y dramática aventura, de un horizonte común. A través de esta fragilidad, a través de los momentos hermosos y dramáticos de la vida, es como se abre paso la pregunta sobre el sentido del hombre y su felicidad, sobre el cumplimiento de sus exigencias fundamentales de verdad, justicia, belleza, amor.
En medio de estos dramas, frente a todas estas incógnitas, hay personas que despiertan la esperanza. Esta esperanza es lo que nos mueve a cada uno. Ante un gesto de libertad renace ese deseo que nunca logra apagarse del todo, deseo de felicidad, de actuar y emprender. Es la irreductibilidad propia del corazón humano, que hasta en las mayores adversidades identifica soluciones inesperadas y busca la compañía de otros hombres para responder a los desafíos y preguntas del presente.
Es en historias particulares donde se puede hallar correspondencia entre el deseo y lo que sucede, donde podemos redescubrir una manera distinta y humanamente deseable de afrontar la vida con toda su complejidad. Buscando y compartiendo esta deseada belleza, que llena los ojos y el corazón, podremos afrontar juntos el desafío que el lema del Meeting 2022 lanza al mundo entero: “Una pasión por el hombre”.