‘El padre Maximiliano Kolbe, muerto en Auschwiz el 14 de agosto de 1941 y proclamado Santo por Juan Pablo II en 1982, se nos presenta como una persona totalmente integrada en este siglo. Un siglo contradictorio a causa de un desequilibrio que en El parece totalmente resuelto. Uno tiene la impresión de estar frente al ejemplo más explícito de la frase de Peguy: ‘Para esperar es necesario haber recibido una gracia grande’. Su inteligencia versátil y dúctil ha sido evidentemente potenciada por la fe. Fiel al carisma franciscano y a la tradición polaca, usuario emprendedor de todas las técnicas nuevas de comunicación masiva puestas al servicio de la comunciación de la fe, a través de su consagración a María se transformó en una fuente de esperanza y de vida, incluso dentro del campo de concentración. Conciente de que él estaba allí en misión hasta llegar al gesto inconcebible – no para él – de reemplazar a un prisionero y de morir por él ayudando a los demás compañeros condenados. La muestra desea destacar este aspecto, recorriendo las etapas fundamentales de la vida del padre Kolbe. Desde la infancia hasta ell período de estudio en Roma, desde la actividad editorial hasta la fundación de la ‘Ciudad de la Inmaculada’, hasta la guerra y la muerte. Para aclarar mejor la magnitud de su carisma, los primeros paneles sintetizan la situación sociopolítica de Polonia en esa época, además de la de la Iglesia y del Franciscanismo. La última parte de la muestra repropone el vigor espiritual del padre Kolbe a través de su obra: algunos compañeros suyos, martirizados como él y la Milicia de la Inmaculada, también en su significado teológico.’